A veces se argumenta que, en un clima mediterráneo como el nuestro, las casas pasivas se sobrecalentan en verano. Hay una buena razón para argumentar esto; las casas pasivas tienen grandes gruesos de aislamiento que funcionan muy bien para aislarse del frío del invierno, pero que pueden ser un inconveniente en verano, sobre todo si, por cualquier razón ajena al diseño de la casa, ésta puntualmente se calienta más de lo habitual y hay que disipar el calor sobrante para volver a la temperatura de confort de 25 ºC. Esto podría ocurrir si, por ejemplo, una ventana demasiado expuesta al sol permaneciera durante un largo período de tiempo sin protección solar en pleno verano. No sería de extrañar.
Habitualmente las casas con certificación Passivhaus están construidas con técnicas de construcción ligera, normalmente con estructura de madera o steel-framing. Estos sistemas tienen grandes ventajas, como son la posibilidad de la prefabricación en taller, la rapidez de montaje, la facilidad de trabajo de sus materiales para conseguir prácticamente cualquier geometría, etc… Además, muchos de estos sistemas constructivos ya están certificados por el instituto Passivhaus, con lo que su solvencia ya está garantizada desde el principio. Debemos recordar también que la certificación Passivhaus nació en Alemania hace ya más de 25 años, y en Centro Europa estos tipos constructivos son muy utilizados (de ahí también su popularidad en el mundo de la construcción pasiva). Y también tienen una ventaja adicional: al ser estructuras prácticamente vacías, se pueden llenar de aislamiento térmico y conseguir unas transmitancias bajísimas (U = 0,10/0,15 W/m2K) con un grosor de muro de unos 25- 30 cm, mientras que con otros sistemas quizás haría falta grosores de hasta 40-45 cm para poder encajar estructura y aislamiento.
Boceto preliminar para remonta en casa unifamiliar, se plantea con estructura ligera de madera por ligereza y facilidad para conseguir la geometría deseada en un espacio pequeño.
Pero, si volvemos al argumento inicial, ¿realmente hace falta tanto aislamiento? ¿Qué pasaría si el edificio pudiera almacenar el calor para poder utilizarlo cuando convenga? En el estudio hicimos la prueba de trabajar con la inercia térmica de los materiales tradicionales pesados con un edificio que queríamos certificar Passivhaus: por un lado, supusimos que el edificio estaba construido con un sistema de construcción ligera de madera, y otra supusimos un tipo de construcción con muros de carga tradicional de ladrillo cerámico (sin trasdosar) con aislamiento por el exterior y cubierta de forjado unidireccional de viguetas de hormigón, también con aislamiento exterior. A primera vista, la diferencia más evidente es que con el primer sistema necesitábamos unos 22-24 cm de aislamiento para cumplir con las exigencias de la certificación, con una transmitancia en torno a los 0,12 W/m2K, y en el segundo caso en cambio sólo hacían falta unos 14 cm de aislamiento y una transmitancia de 0,25 W/m2K.
Es evidente que en el segundo caso la inercia térmica del edificio jugaba un papel fundamental. Para calcularla se tuvo en cuenta la norma EN ISO 13786 y la normativa francesa específica (“Reglas TH-I. Caracterización del inertie thermique des bâtiments”) para tener valores reales de construcción y no valores aproximados, que sí se tienen en cuenta en las hojas de cálculo PHPP de la certificación Passivhaus hasta un valor de capacidad térmica específica de 204 Wh/m2K (en la norma francesa se consideran valores superiores para edificación pesada). Al final, con los resultados obtenidos, resultaba que la hora de mayor emisión de energía calorífica en verano se decalaba hasta 11 horas respecto a la hora más calurosa del día, por lo que permitía que el calor almacenado en las horas más calurosas fuera disipada en las horas más frescas de la noche, y por tanto esto permite tener unas oscilaciones menores de la temperatura interior de la casa.
Sin embargo, hay que hacer algunas consideraciones sobre la solución adoptada: el peso y la densidad de los materiales de construcción juega un papel fundamental a la hora de calcular la inercia de los elementos constructivos, pero aún es más determinante la situación dentro de la composición del muro y los materiales de recubrimiento de éstos. Si una parte del aislamiento térmico necesario pasa a ubicarse en la cara interior del muro, se pierde casi toda la inercia térmica y la incidencia de ésta en el cálculo es casi nula. Y en cuanto a los revestimientos, un ladrillo agujereado enyesado con un yeso de densidad hasta 1200-1400 kg/m3 o enlucido con mortero de arena fina puede llegar a dar mejores resultados para la inercia térmica que un ladrillo macizo (y por tanto más pesado) con un yeso de menor densidad y una menor transmitancia.
Por tanto, la conclusión a la que llegamos es que una casa construida con materiales tradicionales pesados puede adaptarse mejor a un clima mediterráneo que otra construida con un sistema de entramado ligero, siempre que se cumplan una serie de condiciones. El éxito de este segundo tipo de construcción se debe más bien a su solvencia como sistemas constructivos pasivos certificados e importados directamente de Centro Europa. Los sistemas pesados, por otra parte, permiten prescindir de cierto grosor de aislamiento que puede llegar a ser un gran inconveniente en verano, aunque seguramente requieren de un mayor control de los procesos constructivos en obra. Todo tiene puntos a favor y en contra, siendo la valoración de cada cliente y su estilo de vida el que acabará de decantar la balanza.